LA HISTORIA DE HELENA Y DIEGO
Desde que se conocieron, Helena y Diego llevaban una existencia llena de fortuna y felicidad. No era una fortuna material, tenían lo justo para vivir, pero disfrutaban con cada detalle que la vida les brindaba.
Todo paró cuando él tuvo un accidente y falleció. Helena, joven aún, hundió su espíritu en la tristeza y la melancolía.
A partir de entonces, cada año, ella visitaba la tumba de su amor perdido y lloraba recordando los momentos que vivieron. Esas lágrimas que caían tenían el poder de hacer brotar las “flores de los sentimientos”, que crecían con colores tenues y fríos si la persona fallecida estaba triste, o con colores cálidos y vivos cuando se sentía feliz.
Durante cuatro años, las flores que surgían del ánimo de Diego eran pálidas y sin color, así que Helena se propuso acabar con esa pena que aún le acompañaba y empezó a disfrutar más con las amistades, viajando y conociendo a más gente. Fue un año fantástico para ella, aunque en sus pensamientos aún quedaba el recuerdo de Diego.
Llegó el día, y Helena volvió a visitar a su antiguo amor, pero esta vez no iba sola. Acompañada por un hombre al que agarraba fuertemente, se soltó, se arrodilló y vertió nuevamente sus lágrimas de melancolía en el lugar que siempre lo hacía. Esta vez, las flores de los sentimientos que comenzaron a emerger no eran como antes. Eran vigorosas y de unos colores intensos. Diego estaba contento, pues su querida Helena volvía a vivir.