
Grandes momentos de la vida de una persona se verían reducidos por una autoprohibición o autoregulación impuesta, como deleitarse con el placer de fumar un cigarro tras el agotador castigo del sexo; o exhalar el humo en el bar mientras tomas un café y comentas lo hipócritas (y ricos) que son nuestros ex-presidentes...
¡Qué invento esto del cigarro electrónico! Me pregunto qué será lo siguiente en el progreso de la civilización.
2 comentarios:
muy divertida la entrada, sobre todo en esos momentos tan trascendentales de un ansiado cigarrillo. Pero, mientras el consumo privado no se castigue, tampoco está tan mal. O nos podrían educar a consumir tabaco sin ser yonkies. El problema es, como siempre, el exceso.
Angel, como se nota que te tira la docencia, jeje. Coincido contigo en acusar al exceso: tanto el exceso de humos (todos malos) como el exceso de prohibiciones.
Un saludo.
Publicar un comentario